domingo, 12 de marzo de 2017

Sucesos diversos de la conquista de America. SUCESO SEXTO


El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo escribe que cuando el español fundaba una población, la dotaba de todas las maneras de animales domésticos e útiles al servicio de los hombres y también  de todas las simientes originarios del Viejo Mundo. Lo que no imaginaba el introductor era cómo la naturaleza del Nuevo influiría en el comportamiento  de esas especies foráneas,  sobre todo en los animales.  El ganado, acostumbrado en España a la limitación de corrales y cuadras, al encontrarse ante la amplitud americana  descubrió un panorama de abundancia y libertad que lo llevó a  desbordar las estancias, sortear los cercos y desperdigarse adueñándose del espacio virgen como en un deseo de librarse del control humano. Se reprodujo asombrosamente y cada especie formó una suerte de comunidad salvaje que llenó los campos.  El cronista señala que hasta los tranquilos gatos domésticos cambiaron; afirma que se les activó la lujuria  debido a lo cual  se reproducían con frecuencia mayor a la acostumbrada en el Viejo Mundo y se fueron al monte donde hallaban muchos ratones y lagartijas que comer y así olvidan las casas y nunca vuelven a ellas. Ante lo asombroso del fenómeno y para expresarlo de alguna manera, los españoles tomaron de la lengua indígena arawak una palabra que significa, justamente,  indómito:  cimarrón. La peor  comunidad cimarrona era  la de los perros salvajes que se han ido al monte y son peores que lobos. Algo semejante ocurrió con los vegetales que, excediendo el disciplinado marco de los sembrados, se propagaron como si fueran maleza alimentados por el fértil humus de  las tierras americanas.


                                                                                                                         Teresa Piossek Prebisch

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